Cuidado con lo que deseas

23 de abril de 2012

De los muchos movimientos culturales, y en concreto cinematográficos, que surgieron en Europa tras la II Guerra Mundial podríamos destacar el neorrealismo italiano de los años 40, el free cinema de los 50 y 60 y la nouvelle vague de finales de los 50. Movimientos, todos ellos, alejados de las candilejas de Hollywood y con un exceso de preocupación hacia los temas sociales, mundanales y cotidianos del ser humano, algunos con más compromiso (y acierto) que otros.

Si reducimos el ángulo de visión, en esos mismos años 50 nacía en el Reino Unido el movimiento literario Angry young men, movimiento que apenas duró una década y que mantuvo la preocupación por las clases sociales bajas y la crítica hacia las medias y altas. Uno de sus escritores fue John Braine, que en 1957 publicó su primera novela: Room at the top. Dos años más tarde, Jack Clayton la adaptaría al cine.

Room At The Top (1959) puede considerarse, según el historiador Román Gubern, el primer largometraje del «nuevo cine inglés». La película narra la historia del arribista Joe Lampton, dispuesto a escalar peldaños en la sociedad. Su ambición por llegar a lo más alto, a ese etéreo éxito profesional y económico, es a cualquier precio. Para ello pretende casarse con Susan Brown, la hija del poderoso y acaudalado Mr. Brown, hombre de poder e influencia en la ciudad, pero este se interpone en su camino y envía a la joven de vacaciones a Francia. Durante este periodo, Joe se tropieza con Alice, una mujer casada y diez años mayor que él, que despierta en el joven algo más que compasión, hasta el extremo de pedirle que se divorcie de su marido. Pero Susan regresa de Francia y el objetivo de Joe, que tan claro parecía desde el principio, comienza a difuminarse.

Jack Clayton se estrenaba con este film como director de largometrajes, después de rodar un documental y un corto. El resultado fue excelente y la recepción de crítica también. Clayton dominaba la adaptación literaria y fruto de eso nació esta gran obra, con guión de Neil Paterson, ganador del Óscar al mejor guión. Un guión perfectamente trazado, donde no sobra ni falta nada, donde no hay fisuras argumentales, aunque sí psicológicas, pero no de creación, sino de resultado. Más claro: las fracturas se encuentran en la propia psicología de los personajes protagonistas, en sus propios comportamientos y pensamientos, que los humanizan, y no en la escritura de dichos personajes, por lo que, así, esta deviene perfectamente adecuada gracias al trabajo de Paterson y de los actores. Cada personaje responde a una función —desde Charles, el compañero de trabajo de Joe, hasta George, el marido de Alice— y toda secuencia suma, ninguna es prescindible. Es un perfecto rompecabezas.

Joe Lampton (Laurence Harvey) se presenta como la ambición personificada, con un objetivo claro de inicio: ascender socialmente, a costa de lo que sea. El primer plano que abre la película define el personaje a la perfección: sus pies, bajo unos negros calcetines, colocados encima de la mesa del vagón del tren, mientras lee el diario con parsimonia y fuma tranquilamente un cigarrillo, a la vez que hace círculos de humo con la boca y limpia satisfecho los zapatos que se pondrá a continuación. Un guaperas en busca de fortuna. Un joven excombatiente que, queriendo seducir a la jovencita Susan Brown (Heather Sears), la coqueta y aburrida hija del mandamás Mr. Brown, se tropieza con la madura Alice, una exmaestra y actriz amateur. Alice Aisgill (Simone Signoret) es la fuerza impredecible e inexplicable que arrastra a Joe. De vasta belleza y apariencia triste y serena, Joe parece sentir al inicio compasión por ella, por cómo la trata su marido, pero esta compasión acaba tornándose en algo más. No sabemos exactamente en qué —impredecible e inexplicable—, pero es una atracción que arrastra a Joe de Sparrow Hill al lecho, una mezcla entre bondad, honestidad, fuerza y belleza que le hacen perder la cabeza.

Joe: I tell you something, Alice. I like you. I don’t mean sex. I mean like you. I like to talk to you. I just like you. Alice: You look about 18 sometimes, you know that?

Y Alice se deja llevar por la juventud y la liberación de un nuevo amor. Creemos que más que él —pues así nos lo hace saber su íntima amiga («She’s crazy about you, you know that? She doesn’t know yet»)—, que sigue con su objetivo de escalada social, pero tras un pequeño bache en la relación entre ambos, Joe se muestra incapaz de seguir su historia con la insulsa y mojigata Susan, y vuelve a los brazos de Alice, renunciando a su ambición. 

Joe: I can't live without you. I love you, Alice.
Alice: I love you
Joe: Remember what you say about being “loving friends”, you said. Let's be a “loving friends”. I didn't want to fall in love with you. I try to fall in love with Susan.
Alice: What we gonna do?
Joe: I don't know. It's been hell these last weeks. I want you all the time, not just stolen meetings.

Joe y Alice se abandonan al deseo y a la necesidad imperiosa de estar juntos en una casa en la playa, alejados de todo y de todos. Viven un paréntesis idílico, una de las partes más bellas de la historia, pero un tren y un cigarrillo, una de las partes más tristes de la historia, los separa de nuevo y los devuelve a la realidad. Una realidad que querrán sortear, mas las amenazas, el chantaje y una última elección se lo impedirán. El final es devastador y un coche (de motor, de juguete, de bodas) cobra un simbolismo escalofriante. Joe consigue su objetivo, pero el precio que ha tenido finalmente que pagar ha sido infinitamente mayor del que hubiera esperado. La ambiciosa obstinación y sus circunstancias imprevisibles le han arrastrado de Sparrow Hill al horror: su realidad y su conciencia. Joe Lampton es ya el yerno de Mr. Brown, pero su mala conciencia pesará sobre él el resto de sus días. O hasta que la muerte los separe. Magnifico cierre.

Todo el reparto de actores está espléndido, desde Laurence Harvey, pasando por el interesado Donald Wolfit y la pueril Heather Sears, hasta los secundarios Donald Houston y Delena Kidd. Pero Simone Signoret se merece un punto y aparte. Está inmensa en su ejercicio de contención, de honestidad, de vulnerable ternura, de discreta belleza, de tono suave. No es la atrevida y descarada Marie de Casque d'or (1952). No. En Un lugar en la cumbre despliega su natural madurez, su mirada taciturna, su aliento humeante, que intercala con Harvey. Una interpretación que le valió el Óscar a mejor actriz en 1959, desbancando a Doris Day, Audrey y Katharine Hepburn, y Elizabeth Taylor. Nada más y nada menos. Se convirtió así en la primera actriz francesa en conseguir la estatuilla y, además, en un film extranjero. La fotografía de Freddie Francis acentúa sobre todo los eye contact y sólo se ensucia frente a la lluvia. El montaje tiene un ritmo vertiginoso, que diluye los 115 minutos de duración de la cinta. Y la música de Mario Nascimbene sintoniza con los estados anímicos de los personajes y con sus (con)secuencias, con un estridente contrapunto final que nos recuerda, con cierta nostalgia y melancolía, aquello de tener «cuidado con lo que deseas, pues se puede acabar convirtiendo en realidad».




Reseña de Carlos Aguilar
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Melodrama social de enorme prestigio crítico en su momento; se centraba en el abandono que el protagonista debe efectuar en la persona de su amante para así contraer matrimonio con la hija de su millonario jefe. La maravillosa actriz francesa Simone Signoret recibió un “Óscar” por su interpretación de la heroína despechada, y su film es de una gran solidez.