Ingmar Bergman la describió en su momento como “a young master’s first masterpiece”. El director sueco, Lukas Moodysson, tuvo que sentirse halagado, sobre todo al tratarse de su ópera prima, realizada en 1998. Fue un éxito de crítica y público, superando incluso en taquilla en Suecia al Titanic (1997) de James Cameron. En 1999, la película fue nominada a cinco Guldbagge Awards (premios oficiales de cine de Suecia), de los que se llevó cuatro (Mejor película, Mejor director, Mejor guión y Mejor actriz, ex aequo para las dos actrices protagonistas), además de numerosos premios y nominaciones en festivales a nivel europeo e internacional: Amanda Awards, Berlin International Film Festival, European Film Awards, Teddy Awards, British Film Institute, Atlantic Film Festival, Ghent International Film Festival, entre otros.
¿Y qué tiene Fucking Åmål (1998)? La película gira en torno a un grupo de adolescentes de un mismo instituto que vive en una pequeña y apartada ciudad sueca: Åmål. Con pocas alternativas de diversión y de futuro, los adolescentes intentan evadirse como pueden: montan fiestas, se emborrachan, practican deporte, fuman, van al instituto, juegan a la lotería, montan en moto, ven la televisión y matan las horas muertas soñando en los bancos del parque o tumbados en su cama, mirando al techo. En esta asfixiante existencia provinciana se encuentran Elin y Agnes. Elin, una adolescente de catorce años, exitosa con los chicos del instituto, pero hastiada de todos ellos y de su vida, sin provecho ni futuro inminente. Agnes, una chica reservada, residente en Åmål desde hace poco y dos años mayor que Elin, de la que está secretamente enamorada. La primera aspira a ser modelo o psicóloga y ansía ir a raves, mientras la segunda quiere ser escritora, lee a Edith Södergran y escucha a Albinoni. De caracteres completamente alejados, ambas comparten, no obstante, el aburrimiento y la consecuente necesidad de fuga, de evasión. Tras un encuentro insospechado entre las dos, arranca la película y la relación. Tras un encuentro no premeditado nacen las contradicciones internas de una y las emociones contenidas de la otra. Moodysson aborda no sólo de manera exquisita la adolescencia, sino las relaciones afectivas en esta edad y, en particular, las homosexuales.
Agnes: ¿Por qué soy tan estúpida? ¿Por qué quiero a Elin? La quiero y la odio a la vez. Me está partiendo el corazón. Nadie me había hecho nunca tanto daño.
——Jessica: ¿Qué te pasa?
Elin: Nada
Jessica: ¿Estás enfadada?
Elin: No.
Jessica: ¡Joder... eres la leche! Estás cambiando de opinión a todas horas. Oye, primero dices que no te gusta Johan. Luego, de pronto, te enamoras de él…
Elin: Vale, no empecemos.
Jessica: … pero nunca estás contenta. Y siempre consigues lo que quieres.
Elin: ¡¿Cómo que consigo lo que quiero?! ¿Qué sabes tú de eso? ¿Qué cojones sabes tú?
——
Elin: ¿Qué coño estamos haciendo? Estamos totalmente locas. Pero estamos de puta madre.
Lo que hace especial a Fucking Åmål es la sencillez, la naturalidad, la sinceridad y la enorme honestidad de la historia y sus personajes. Con guión del propio Moodysson, el director sueco retrata perfectamente la amalgama de sentimientos en plena adolescencia, quizá la etapa vital más difícil de todas, más aún si hablamos del primer amor, oculto, no correspondido, homosexual. Las profundas cicatrices van del suicidio al abuso de drogas, pasando por la forzada ‒aunque consentida‒ relación sexual, para descubrir quién es una, qué siente y qué desea. Moodysson dibuja unos personajes redondos, cuya psicología está perfectamente (in)definida: las contradicciones, los inconstantes estados de ánimo, los miedos, las inquietudes, y todo a través de la sencillez, con trazo fino —puede que gracias a su faceta de poeta y novelista—, del mismo modo que logra una consecuente ambientación. Los diálogos y el lenguaje de los personajes, completamente desposeídos de cualquier tipo de retórica, originan momentos desternillantes de absoluta naturalidad, si bien este logro bebe también del maravilloso elenco de actores, tan primerizos como creíbles. La sinceridad y la honestidad le vienen a Moodysson al evitar cualquier cliché, ya sea argumental o de diálogo, respecto a la trama juvenil y sobre todo homosexual. Sólo es necesario apreciar la secuencia de la madre de Agnes explicando a su hijo pequeño qué es el lesbianismo y la reacción de la misma al conocer que su hija mayor lo es.
Jessica: Markus nos está enseñando cómo funciona su móvil nuevo. Es muy interesante.
Markus: Las chicas no entendéis estas cosas.
Elin: ¿Qué no entendemos?
Markus: Pues cosas como los teléfonos móviles.
Elin: ¿No entendemos los teléfonos móviles?
Markus: Cosas como la tecnología, los deportes, las películas porno... Es verdad.
Elin: Eres imbécil.
Markus: ¿Por qué? Lo que estoy diciendo no es tan raro. A vosotras se os dan bien otras cosas.
Elin: ¿Como qué, por ejemplo?
Markus: El maquillaje.
Elin: ¿El maquillaje?
Jessica: ¿Crees que el maquillaje es lo único que nos interesa?
Markus: Yo qué sé.
Elin: ¿Qué más?
Markus: No lo sé.
Elin: ¿De qué otras cosas entendemos?
Markus: De cosas como el aspecto, la ropa, cosas como maquillaros para estar guapas.
Elin: Hay que ver qué gilipollas eres.
Fucking Åmål no es una película de adolescentes, sino que son los propios actores adolescentes los que crean la película —a raíz de un buen guión. Una magnífica, hilarante y desbordante pero, a su vez, reflexiva Elin (Alexandra Dahlström) contrasta con la introspectiva, inestable y emotiva Agnes (Rebecca Liljeberg). Las dos están estupendas en sus dos roles. También la hermana mayor de Elin, Jessica (Erica Carlson), o el enamorado Johan (Mathias Rust), junto con los padres de Agnes (Ralph Carlsson y Maria Hedborg), que visibilizan el lado adulto del conflicto amoroso. La sencillez del film abarca también los aspectos formales. Rodada en 16 mm y con un uso intencionado del zoom y los primeros planos, Moodysson va al grano, no se entretiene. Algunos han hablado de Dogma 95, pero no le veo el parangón, salvo en la intencionada naturalidad de la cámara. En el caso del realizador sueco no parece haber pretensión estilística, sino falta de medios. La fotografía, por su parte, consigue reflejar la asfixia del lugar, y la banda sonora, liderada por el grupo sueco de rock Broder Daniel y por una novel Robyn con su “Show me love” como tema principal junto al “I want to know what love is”, de Foreigner, en el momento visceral y crucial de la película, no hace más que perfilar todavía mejor las situaciones y sus contextos. Moodysson demuestra así cómo hacer una buena y bellísima película con lo mínimo y cuatro duros, contando con un buen guión y unos buenos actores. Y, por supuesto, con un buen vaso de leche con mucho cacao. Qué regalos esconde el cine sueco.
Elin: ¿Por qué eres tan rara? Perdona, no te mosquees conmigo, pero eres rara.
Agnes: Tú también eres rara.
Elin: ¿En serio?
Agnes: Sí
Elin: Yo quiero ser rara. Bueno, rara no, pero no quiero ser como todo el mundo, aunque a veces soy igual que todos los demás.
Agnes: No lo eres.
Elin: ¿Sabes cuál es mi pesadilla? Quedarme aquí, en Åmål, no irme nunca de aquí. Tener hijos, un coche, una casa y todo ese rollo. Y luego mi marido se largará con una tía más joven y yo me quedaré colgada, rodeada de críos, que no harán más que gritar y llorar. No tiene ningún sentido.
Reseña de Carlos Aguilar
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Primeros amores adolescentes, bien que poco ortodoxos, dentro del instituto de una remota ciudad sueca, la Amal del título. Escrita por su propio realizador, establece bien el ambiente de monotonía tediosa y falta de perspectivas y no refleja mal la psicología de los personajes, en un conjunto de evidente verosimilitud. Aun sin aportar nada especial, destaca dentro del cine sueco coetáneo, y justificadamente obtuvo un cierto éxito dentro de los circuitos europeos de “Arte y Ensayo”.