A medida que iba viendo la película, entre carcajada y carcajada, me preguntaba cómo se coló una película así en 1948, a solo tres años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Con el entonces Código Hays como censura cinematográfica, creado por el partido republicano, Berlín Occidente (A foreign affair, 1948) pasó sin hacer demasiado ruido. Es lo que no logro explicarme. Pero, en fin, tampoco es el primer caso de película satírica que llega a los espectadores sin demasiados problemas. Por deshacer la frase hecha: me viene a la memoria El Verdugo o Plácido, de Berlanga, un director de películas corrosivamente buenas.
Dice Aguilar que Berlín Occidente, con todo, supone un Wilder menor. Y puede estar en lo cierto, pero qué obras menores tiene Wilder, qué obras menores. La película, como tantas otras de Wilder, es un ejercicio de inteligencia (donde hay humor negro, ya se sabe): un comité del Congreso de los Estados Unidos, encabezado por la correcta y formal Phoebe Frost (Jean Arthur), vuela hasta Berlín para visitar a sus tropas, pues duda de la eficacia militar y, ante todo, moral de las mismas. Una vez instalados en la capital alemana, Phoebe oye rumores sobre el supuesto cubrimiento de la exnazi y actual cabaretera Erika von Schlütow (Marlene Dietrich) por parte de un militar estadounidense (John Lund), con el que mantiene una relación sentimental. Aquí es donde Wilder demuestra su inteligencia: crea un triangulo amoroso, disfraz de la sátira de la película, de su trasfondo tan real como mordaz. He aquí, pues, la posible respuesta al paso de la censura: cómo el aparente hincapié en las relaciones genésicas puede disimular el juicio social que se vierte en la obra. Aunque no maquillaré tampoco la película: sí, se hace crítica, pues Wilder no salva la moral de los norteamericanos, ni la de los del ejército, ni la de los congresistas, pero también se habla de relaciones humanas y sentimentales, que tan bien se le daba al director de origen austriaco.
Como prefiero que la vean, me limitaré a dar pinceladas: Berlín Occidente cuenta con tres buenos actores, sobre todo las dos mujeres, aunque lo que no acaba de cuajar es la relación Lund-Arthur, algo sosa; la Dietrich, en cambio, juega en otra liga, cuando habla, cuando mira con los ojos entornados. El film mantiene el ritmo, no decae en ningún momento, aunque puede que las actuaciones de la Dietrich sean excesivamente largas [1]. Fotografía en blanco y negro. Y, por lo demás, un buen guión (aunque quizá no tan buenos diálogos), mucha risa y mucha sátira. Un Wilder menor, puede, pero se disfruta por igual. No siempre iban a salir obras maestras. Ya sabemos: nadie es perfecto.
[1] La Dietrich con su satírico "Black Market":
Reseña de Carlos Aguilar
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Film mordaz, en el que se pone en entredicho la moral del norteamericano que ocupa militarmente la Europa de postguerra. Hay que destacar la interpretación de Marlene Dietrich como ex-nazi, amante de un oficial norteamericano y cantante de cabaret, acompañada al piano por el gran Frederick Hollander. Con todo supone un Wilder menor.