No hay nada que dure para siempre

27 de octubre de 2009

David Lean, antes de rodar sus conocidas Lawrence de Arabia (1962) y Doctor Zhivago (1965), ya tenía esta espléndida joya en su filmografía. Breve encuentro (Brief Encounter, 1946) está basada en la obra de un solo acto Still Life, de Noel Coward, aunque la brevedad de la pieza teatral obligó a Lean a ampliar el material. La película, narrada en flashback, cuenta la relación amorosa de una mujer ama de casa (Celia Johnson) y un médico (Trevor Howard), y la imposibilidad de llevar ésta misma a cabo, ya que son muchos los obstáculos que los detienen. La relación se desarrolla, pues, a partir de breves encuentros que tienen lugar cada jueves en un pueblo en el que ella hace la compra semanal y él ejerce su oficio, alejados así de sus casas y de sus respectivas familias.

Una humeante estación de tren es el vínculo entre los dos protagonistas, donde se encuentran y donde se separan, con el veloz tren como telón de fondo, como metáfora de lo fugaz, del paso del tiempo. La iluminación es ejemplar, con sus claroscuros -más oscuros si cabe-, y la música es perfecta, con el Concierto para piano número 2, de Rajmáninov, como hilo conductor, junto al equilibrado control de crescendos e in crescendos que modulan los estados de ánimo. Pero si por algo es (re)conocida Breve encuentro es por el uso meticuloso que hace Lean de la cámara, de los planos y contraplanos o de los primeros planos de los ojos de la espectacular Celia Johnson. Johnson y Howard forman un bonito tándem, creíble y sincero, en el que los gestos, las miradas y los silencios son parte constitutiva de sus interpretaciones. Sin embargo, Johnson se lleva el gato al agua con su sonrisa, su timidez y su sofisticada manera de resolver el dolor con sólo mirarla.

Breve encuentro es un claro antecedente de muchas de las historias que se cuentan hoy día en el cine. Su guión está trabajado, ni sobra ni falta nada: las dosis adecuadas de humor para que la película no caiga en un drama lacrimógeno más, con los personajes "cómicos" del café de la estación como contrapunto. Y tiene, además, frases antológicas: "No hay nada que dure siempre, ni la felicidad ni la tristeza, ni siquera la vida dura mucho tiempo" o "¿No es terrible cuando la gente se empeña en ser amable?". Quizá, lo único que podría reprocharle es esa insistencia en la voz narrativa de Johnson en off, que en un primer momento resulta empalagosa, pero que más adelante puede observarse que no es excesiva y que, por el contrario, está perfectamente medida y metida en guión.

Este es el David Lean que a mí me gusta, el breve y cuidadoso, el que muestra sus habilidades para la adaptación, y no el Lean mastodóntico de sus posteriores superproducciones. Por ello, me atrevo a decir que Breve encuentro es su mejor película.




Reseña de Carlos Aguilar
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El breve pero intenso romance que viven un hombre y una mujer casados, tras conocerse en el café de una estación de ferrocarril; espléndido empleo de la música de Rachmaninoff para una de las obras maestras del cine romántico, con el primer papel importante de Trevor Howard.